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Sobre la amistad, justo antes de partir

Ahora, en este preciso momento, estoy velando mis armas, en vísperas de vísperas de un nuevo viaje. Cada vez que se acerca el momento de abordar un vuelo transoceánico, un mecanismo engrasado y preciso se pone en movimiento, me retrata sigilosamente en un gesto de alerta involuntario, dibujando con mal pulso un silencio de negra en el pentagrama secreto donde escribo la banda sonora de mi vida.

Y no es que tema volar. Probablemente si sumo las horas que he pasado en aeropuertos y aviones, obtendría dos o tres meses de buena vida. No me produce el menor nerviosismo el hecho de sumar mis noventa kilogramos al espeluznante cóctel de más de trescientas cincuenta toneladas de metal, carne humana, combustible altamente inflamable y bandejitas con comida tibia que conforman un vuelo de pasajeros transcontinental. Simplemente altera la línea de tiempo de mi consciencia el compás de espera, las largas horas muertas, el murmullo dormido durante una docena de horas de los motores diciendo su letanía contaminante, los rostros desconocidos por doquier, la suma de pares de ojos que ocultan verdades y vergüenzas variadas, la pantomima de amabilidad y servicio degradadas a un espacio cúbico ínfimo. Y es que no puedo concebir una manera más efectiva de perder el tiempo.

Lo curioso, sin embargo, es que tamaño despropósito suele compensarse por un resultado posterior. Normalmente un aparato de aviación civil me lleva a un encuentro. Esta vez, con dos amigos.

Éramos tres amigos, en Buenos Aires, en las noches de invierno y en las de verano. En viajes delirantes al sur de la Argentina, mochila al hombro, muchos pasos y pocos pesos, latas de arvejas y linternas sin pilas, lagos fríos, café instantáneo calentito en jarros de peltre. Éramos muchos más, por supuesto, más amigos, más adolescentes, más soñadores, más inquietos.

Pero los naipes son los naipes, y su orden de salida es caprichoso, arbitrario y absurdamente honesto, bajo la permanente sospecha de deshonestidad. La baraja es algo que nadie domina sin hacer trampas. Y los naipes salieron como salieron. Mezcladas entre muchas historias de amigos que se quieren, de amigos que se pelean, de amigos que siguen y de amigos que ya no están, de recuerdos amargos y dulces, de personas imborrables que dejaron una sombra de presencia aunque hayan partido, la historia de estos tres amigos siguió su curso, un derrotero escarpado y misterioso, un río que a veces fluye caudaloso, y otras se transforma en un hilillo de agua tibia, pero que nunca se detiene.

Éramos tres amigos que descubríamos juntos el mundo. La pasión de las palabras, la política, la esperanza y la decepción. Exploramos juntos muchos senderos, por separado otros. El camino de la piel femenina, bajo una emoción intensa cargada de hormonas, de descubrimientos. A veces creo que hacer asomar a un hombre joven desde los huesos de un adolescente no se trata de otra cosa que de aprender que la mayoría de las cosas, cuando suceden, no tienen nada que ver con la idea previa que se construye desde los sueños, la fantasía, los libros y las películas. Así, el amor de una mujer es mucho menos rosa, pero más profundamente maravilloso y misterioso, inabarcable y oscuro, perverso, también. No sólo gratifica, sino que además duele, lastima, castiga y recompensa. El trabajo, por su parte, no es la panacea de la realización personal y las metas conseguidas, sino una larga sucesión de rutinas enredadas, entrelazadas, que se perpetúan a sí mismas, esporádicamente interrumpidas por pequeños avances, por ínfimas conquistas, por batallas ganadas con un tenedor y una cuchara. La paternidad, en cambio, es una sorpresa violenta. Lo que estaba destinado a ser el día más feliz de tu vida, se transforma sin previo aviso en el susto más grande que eres capaz de experimentar, seguido de una vergüenza secreta por creer que no estás viviendo lo que se supone que deberías estar viviendo. Y entonces, cuando empiezas a creer que no sirves para eso, se revela como una tarea de todos los días, como una pequeña comunión cotidiana, en la que las cosas van acomodándose sin permiso, sin advertencias, y también sin remedio, para hacerte feliz, pero también cauteloso, contradictorio, juguetón y claramente insuficiente. Y la amistad, claro está, no puede faltar a la cita. La amistad se transforma, y te vas dando cuenta de que la intensidad que se puede vivir en una amistad a los quince años, está hecha justamente de ese material ingrávido que ocupa el pecho antes de tantas batallas perdidas y desengaños, cuando todavía el mundo es una fruta pendiente de madurar. Después, cuando eres capaz de comprenderlo, ya es tarde. Puedes hacer lo que quieras, lo que te parezca, intentarlo de mil formas diferentes, pero un hombre nunca volverá a ser capaz de abrir su corazón a otro hombre como lo hacía a los quince años.

Cuando, después de tantas millas voladas, de tantas cicatrices invisibles, de tantos golpes arteros, finalmente te das cuenta de cuánto te importa, resulta que hace demasiado tiempo que todo explotó. El reverso de los naipes que cada uno de los amigos tiene en las manos es de diferente color. Están jugando con barajas distintas, y ya no es posible volver a la misma partida.

En la historia de estos tres amigos en particular, uno de ellos tuvo hijos en Buenos Aires. Otro en Montreal, Canadá, y un servidor en Barcelona. Nos hicimos hombres a una distancia de cinco dígitos en kilómetros.

Y sin embargo, la distancia sumada de estas tres ciudades no ha podido con lo más auténtico, con el núcleo vital de lo que nos dimos en su momento, el puñado de confesiones y secretos más antiguo. Desde entonces, cada vez que podemos, coincidimos. Pero esta vez es especial. Hemos hecho un esfuerzo enorme para encontrarnos en un punto intermedio: México.

Cada uno de los tres ha conseguido una pausa en sus trabajos, con sus mujeres, con sus hijos, solamente para robar cinco días completos, ciento veinte horas seguidas para renovar la amistad, para mezclar las tres barajas con reversos de colores distintos y jugar a solas una partida interminable, una tanda de confesiones de hombres que no han olvidado cómo eran de adolescentes, un intercambio sincero de ilusiones vivas, de derrotas personales, de pequeñas victorias, de fantasías de esas que solamente se pueden confesar entre grandes amigos.

Por eso estoy conmovido. Me esperan cinco días que me obligarán a reconocer, sin concesiones, frente a dos amigos, quién soy hoy. Las partidas que he perdido y las que he ganado. Lo que hago bien y lo que hago mal. Lo que soy capaz de dar y lo que soy capaz de recibir, también.

Por eso, queridos lectores, pido disculpas, porque la semana que viene faltaré a la cita religiosa con este blog. Sepan que no habrá post, pero será porque estoy concentrado en reunirme con algo propio, personal, que luego me dará materia prima para muchos otros posts.

Y los tres amigos brindaremos, con alcohol y con café. Fumaremos tabaco rubio y, sobre todo, nos daremos el permiso, entre hombres, de hablar una vez más como chicos. Después, el control de seguridad del aeropuerto de salida, nos obligará a volver a separar las tres barajas por colores, y lo haremos, obedientes, para regresar a nuestras vidas, armadas con esfuerzo y con amor, que nos gustan, a pesar de transcurrir lejos de los amigos. Pero esos cinco días de encuentro nos darán fuerza e ilusión, y de esa fuerza surgirá la habilidad, frente al guardia del aeropuerto, para que cada uno de nosotros, al guardar su baraja, se lleve, oculto en una manga, un comodín de la baraja de cada uno de sus dos amigos.

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  1. Alicia
    21 febrero 2010 a las 11:15

    Querido Pilo…tu adjetivación es tan certera como tu sinceridad, me conmueve: como si fueramos de la familia.
    Mucha suerte en tu viaje, y disfruta…disfruta mucho.
    un beso
    Alicia

    • 21 febrero 2010 a las 17:29

      Gracias Alicia!

      …y un poco como familia somos, no? 😉

      Un beso,
      Aprendiz de Brujo

  2. checho
    21 febrero 2010 a las 12:35

    Hasta un tema intimo, como un reencuentro de amigos, que no me tendria que interesar se hace interesante en tu letra, supongo que eso es la magia de escribir, de hacer penetrar con las propias vivencias los sentimientos universales!
    Pilo, nunca dejes de escribir!
    Buen viaje!

    • 21 febrero 2010 a las 17:32

      Gracias Checho!

      ¿Sabes? Muchas veces me sorprendo, porque al final, los posts más personales (y sinceros, también) son los que más gustan 🙂
      Espero no dejar nunca de escribir, porque querrá decir que la vida me sigue dando motivos 😉

      Un abrazo enorme,
      Aprendiz de Brujo.

  3. Marta Alicia
    21 febrero 2010 a las 12:43

    Que bueno!!!!…que lo disfrutes a full!!!…vendrás con las pilas cargadas,el corazón latiendo a mil,la mente llena de recuerdos y vivencias…y de una u otra manera nosotros lo vivremos en tus relatos.
    Buen viaje!!!!…un abrazo

    • 21 febrero 2010 a las 17:33

      Gracias Marta 🙂

      Vendré recargado, y prometo que el viaje dará material al menos para un post, aunque seguro que para más.

      Abrazo,
      Aprendiz de Brujo

  4. Héctor Edgardo
    21 febrero 2010 a las 19:56

    ¡Qué lindo, Pilo! ¡Qué suerte que puedas realizar ese encuentro con los chicos-adolescentes-jóvenes que fueron y siguen siendo chicos-adolescentes-jóvenes bajo la piel de personas algo más maduras! Porque uno es el resultado de lo fue siendo, ¿no?; si mi ayer no hubiera sido como fue, con los encuentros, con los descubrimienos del afecto del otro, su lealtad, su fidelidad, la angustia común por el futuro, el descontrolarse en la alegría y en la libertad de una piel de mujer, etcétera, uno no sería el que ahora es, me parece. Hasta siento envidia, pero no tanta, ya que siento, por tus confesiones, que estás al lado de mis propios sueños, como si hiciese mucho que caminamos juntos. Caminar juntos… ¿eso es propio de la amistad, no? Un gran abrazo cervecero de esta mi Santa Fe amenazada por las inundaciones del Paraná… Héctor.

    • 5 marzo 2010 a las 16:10

      Héctor, siempre es un placer saber que has leído uno de mis posts. Comparto tu comentario, lo recibo agradecido 🙂

      Un abrazo,
      Aprendiz de Brujo

  5. 21 febrero 2010 a las 21:41

    La amistad se empeña en sobrevivir, no sin esfuerzo, no sin concesiones. La distancia no siempre separa, a veces se convierte en la materia que mantiene vivos los anhelos.

    Buen viaje y buena suerte.

    • 5 marzo 2010 a las 16:10

      Muchas gracias, compañero!

      Ya contaré este fin de semana algunas cosas en el post que se viene 🙂

      Abrazo,
      Aprendiz de Brujo

  6. monica lacoste
    21 febrero 2010 a las 22:53

    Hace un tiempito Dolly me regaló la fotocopia de una declaración de aduana de Juan.
    Bajo Efectos Personales a Declarar escribió: » Algunas ropas y recuerdos »
    Así viajamos, vivimos, en fin…

    Abrazoooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo para los tres

    Má, Labu, Ana de las Praderas y seguirán nombres , espero…

    • 5 marzo 2010 a las 16:11

      La anécdota es preciosa, y hubo tiempo en tierras Mexicanas para comentarla.

      Gracias!
      Beso enorme,
      Aprendiz de Brujo

  7. Jabato
    22 febrero 2010 a las 17:53

    Coño Pilux… estoy llorando joder…
    Me gusta lo que dices y me gusta como lo dices
    Me da mucha envidia vuestro viaje… que lo disfruteis

    • 5 marzo 2010 a las 16:12

      No me hagas esto, my friend, que me vas a hacer llorar a mí! Me encantó tu comentario.
      Te mando un fuerte abrazo,
      Pilux
      Aprendiz de Brujo

  8. 24 febrero 2010 a las 06:01

    Deseo que tu viaje sea tan lindo y enriquecedor por la cercanìa con los amigos, tus amigos del blog estaremos esperando impacientes que nos cuentes que tal ha sido el viaje, y por supuesto compartiendo contigo tanta felicidad.

    Un abrazo y un feliz muy feliz viaje!

    • 5 marzo 2010 a las 16:14

      Muchas gracias Beth!

      Que generosa y bonita es tu tierra, al menos lo poco que alcancé a ver. El DF sube rápidamente posiciones en mi lista de prioridades para viajar. Ya contaré, pero he vuelto encantado de tu tierra y tu gente.

      Abrazo,
      Aprendiz de Brujo

  9. 5 marzo 2010 a las 23:27

    Me darà mucho gusto que el dìa que decidas viajar para acà me contactes, creo que serìa una excelente oportunidad de conocerte a ti y a tu linda familia, voy corriendo a platicarle a JC, que seguro le darà tanto gusto como a mì que pienses en un futuro visitar nuestra tierra, nos es por vanagloriarnos pero siiii, somos lindos, jajajaja, saludos!

  10. Guillermo
    6 marzo 2010 a las 21:00

    Gracias Pilo querido…habiendo ya leído el posts de regreso y con la felicidad de saber que has traído comodines capaces de dar vuelta a favor el juego de la vida, puedo decirte que leer «sobre la amistad, justo antes de partir» produjo un certero golpe en mis tripas como en cada despedida de mi adolescencia/juventud, cuando la amistad era motivo suficiente para dar la vida por el otro. Lloré, como ahora, con un llanto maduro y prolijo, con lágrimas que renuevo desde décadas. Gracias!!!

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